jueves, 15 de enero de 2009

Venezuela en el fogón


El Zulia a las puertas de la cocina gurmé

Eran otros tiempos cuando la tía Rosa salía al patio ―acompañada del sol del este en busca de los ajíes dulces, la cebolla de fuera, el cilantro y la cebolla en rama. Y hasta la gallina y los huevos, para hacer un revuelto. La abuela Rochona hacía lo propio para preparar la mazamorra con guiso de cochino que, de solo recordarla, hacía agua la boca. Y la señora María, la vecina de la playa, gozaba de los mamones y las guayabas mientras Pachequito le bajaba los cocos para el mojito.
Las mujeres entonces, todas las mujeres, eran amas de casa. Y como tales, cocineras cotidianas. De todos los fogones manaban amanecidos olores a especias y sofritos. Y el huerto también lanzaba sus aromas desde las barbacoas en el traspatio. La noche anterior, en elaborada receta, nacían las doradas esponjas de un quesillo de leche. Y desde la ventana trasera se decidía el menú del día siguiente. La vida parecía transcurrir alrededor de la mesa y sus ofrendas. De hecho, mi madre todas las madres de entonces creía que un plato caliente era la mejor forma de servir amor.

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