jueves, 15 de enero de 2009

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Un invitado con sabor a Navidad: El turrón, una crujiente obsesión

Morderlo es viajar al corazón de la almendra tostada contenida en un marco de azúcar y miel. Inconfundible, el pequeño bloque de aspecto humilde guarda la dulce convivencia de los frutos secos, fragmentados y unidos gracias a una masa compacta. Varias leyendas se han tejido alrededor de su origen y al porqué de su nombre (siempre relacionado con su dura apariencia). Sin embargo, nadie puede negarle su sitial de honor en la mesa decembrina. Y es que el turrón, definitivamente, sabe a Navidad. De hecho, según las fuentes consultadas en portales de Internet, existen registros históricos de la Cataluña del siglo XV donde consta la aparición de esta golosina en los sorteos navideños reglamentados por disposición real para la época (www.afuegolento.com).
Entre quienes reclamaban su paternidad se afirmaba que nació con el nombre de terró, que en el catalán de la época hacía referencia a “terroso” (1). Otros señalaron que ya era conocido en 1453 y que etimológicamente venía del verbo turrar, que significa “tostar” en el castellano antiguo. Los italianos, fanáticos de esta crujiente barra, no se quedaron rezagados al asegurar que era oriundo de Cremona y que se le decía torroni (por torre), pero esta versión fue desmentida debido a los antecedentes ya reseñados en la Madre Patria.

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